martes, 2 de agosto de 2011

¿Te acordas?

En 2001 el sistema político atravesó por su peor crisis desde el retorno democrático: el país tuvo cinco presidentes en 10 días, una noticia que dio vuelta al mundo. Ramón Puerta, senador por Misiones, había ocupado el primer lugar en la línea de sucesión, puesto vacante por la renuncia de Carlos “Chacho” Alvarez a la vice-presidencia. Cuando Fernando de la Rúa renunció, Puerta asumió y convocó a una Asamblea Legislativa para elegir al sucesor: entonces el misionero fue presidente por tres días. Después llegó el turno de Adolfo Rodríguez Saá, votado gracias a un acuerdo de los gobernadores. Debía convocar a elecciones para el 3 de marzo de 2003, pero Rodríguez Saá, gobernador de San Luis durante 18 años, renunció por televisión desde su provincia. Llegó entonces Eduardo Camaño, que ocupaba desde hacía tres semanas la presidencia de la Cámara de Diputados, quien fue designado presidente de la Nación el 31 de diciembre y duró hasta el día siguiente por la mañana. Armó un gabinete para unas horas y pasó la noche de Año Nuevo en la Casa Rosada. El 1º de enero, la Asamblea Legislativa eligió presidente a Eduardo Duhalde.

“Esta gestión que hoy mismo comienza su tarea, se propone lograr pocos objetivos básicos: primero, reconstruir la autoridad política e institucional de la Argentina; segundo, garantizar la paz en Argentina; tercero, sentar las bases para el cambio del modelo económico y social.” (Del Discurso de Asunción ante la Asamblea Legislativa 01.01.2002)

A principios de 2003, todos los estudios de opinión pública le asignaban al Dr. Eduardo Duhalde un elevado porcentaje de imagen positiva, lo que llevó a una gran parte de la ciudadanía, incluidos dirigentes de distintos partidos políticos, a pedirle que reviera su promesa de no participar en las elecciones. Sin embargo, su decisión de cumplir con la palabra empeñada fue inamovible y el 25 de mayo del 2003 traspasó la banda presidencial al Dr. Néstor Kirchner, candidato electo por el voto popular.

El dólar, que había llegado a la cifra de $4,00 en marzo de 2002, con predicciones descabelladas que llegaron hablar de una relación en el futuro inmediato de 20 a 1, se estabilizó a $2,88 a fines de mayo del año 2003. La desaceleración de la inflación en febrero de 2003 significaba un hecho palpable en el bolsillo de los argentinos. Los bancos seguían recuperando sus depósitos y se logró recrear un clima de confianza entre los inversores, que se había perdido por la magnitud de la crisis.

A fines del 2001 el total de desocupados y subocupados oscilaba en un 35%, con una clara tendencia hacia el aumento. Luego de dos años de gestión, se logró revertir está situación, reduciendo en varios puntos las respectivas tasas. Gracias a la implementación de los planes Jefas y Jefes de Hogar, se aseguró que 2.200.000 familias (el 25% de las familias del país) salieran de la injusta situación de indigencia en la que se encontraban a fines de 2001.

El 25 de mayo de 2003, tal como había prometido al hacerse cargo de la Presidencia de la Nación, el Dr. Eduardo Duhalde entregó a su sucesor una Argentina en la que el nuevo rumbo económico, basado en la alianza con los sectores de la producción y el trabajo, ya comenzaba a arrojar resultados visibles.

Una Argentina en la que la mayoría de los indicadores de la macroeconomía superaban los pronósticos de los más optimistas. Sin embargo, lo más importante era que la realidad demostraba que el País estaba atravesado por la fe y el optimismo; y la exclusión social, el desempleo y los enfrentamientos parecían en franco camino a su extinción.

En síntesis, en poco más de un año de gobierno, el Dr. Eduardo Duhalde cumplió con aquello que había prometido en su discurso de asunción, cuando en medio del caos, el pesimismo y la incredulidad, dio su palabra de entregar a quien lo sucediera en el cargo “una Argentina de pie y en paz”.

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